El gobierno de Mariano Rajoy se ha quitado la máscara completamente. Ya no hay elecciones autonómicas a la vista y, por tanto, la máscara más que ayudar, estorba. Después de los poco gratificantes resultados electorales obtenidos por su partido en las elecciones autonómicas andaluzas (a pesar de haber ganado, la victoria, casi con total seguridad, no llevará a Javier Arenas al Palacio de San Telmo) ya no hace falta ocultar por más tiempo los planes reales.
Así que la semana pasada, el Gobierno de Rajoy desveló a la opinión pública y al Gran Hermano comunitario que lo vigila de cerca, su plan mágico para acabar con la crisis de deuda que azota al país: recortar diez mil millones de euros en el sistema sanitario y en el educativo.
A este tijeretazo, hay que sumar los que ya se han hecho en los Presupuestos Generales del Estado, que recortan cerca del 22% el presupuesto de Educación (lo que significa que se dispondrán de 625 millones de euros menos) y de las podas que las distintas Consejerías de Educación están aplicando en sus propios presupuestos.
No hace falta ser un lince para darse cuenta de la tragedia que eso supone tanto para la sanidad como para la educación. Para empezar, miles de puestos de trabajo se van a perder en un abrir y cerrar de ojos. Sólo en el sistema educativo andaluz, para el próximo curso, se estima que la reducción afectará a unos quince mil docentes interinos. Es decir, el uno de septiembre, quince mil personas que a día de hoy tienen un empleo como maestros de primaria, de secundaria o en la universidad, se quedarán en sus casas, cruzados de brazos, viéndolas venir. Y en el sistema sanitario público, otro tanto.
No obstante, la reducción económica no va a afectar sólo al empleo. La calidad del sistema educativo, que ya desde hace tiempo viene resintiéndose de una pobrísima inversión pública (la española está entre las de menor cuantía de todos los países comunitarios), va a sufrir un retroceso, sencillamente, espectacular. Si se confirman los datos que se han barajado estos días, y mucho me temo que la cosa puede ser aún peor, volveremos a tener aulas con treinta y tantos alumnos en primaria y hasta cuarenta y dos (se dice pronto) alumnos en secundaria. Además de estas medidas, el Ministro ha anunciado otras complementarias: supresión de programas de intercambio de alumnos universitarios, supresión de varios programas que suponían una modernización de la escuela española, revisión de las tasas universitarias, etc., etc. Un ataque que atenta contra el conjunto de la sociedad de este país, sobre todo contra el alumnado, que se verá perjudicado directamente.
Esto es un disparate. Y eso lo sabe cualquiera. también José Ignacio Wert, el Ministro del ramo, y sus colaboradores directos. Pero a ellos eso no les preocupa. Porque ellos sólo tienen un objetivo y ese objetivo se llama déficit cero. Y es que en España y en Europa, para salir de la crisis, se ha optado por tomar el camino equivocado. Mientras que los políticos que nos gobiernen, sea cual sea su color político, apuesten decididamente por la consecución drástica del déficit cero, el país tendrá que seguir reduciendo en inversión pública. Si se reduce la inversión pública, se reduce el empleo. Si se reduce el empleo, se reduce el consumo. Si se reduce el consumo, se cierran negocios. Si se cierran negocios, se pierden más empleos. Y vuelta a empezar. Una de dos: o se cambia la estrategia, o esto no se arregla. Así de simple.
Así que la semana pasada, el Gobierno de Rajoy desveló a la opinión pública y al Gran Hermano comunitario que lo vigila de cerca, su plan mágico para acabar con la crisis de deuda que azota al país: recortar diez mil millones de euros en el sistema sanitario y en el educativo.
A este tijeretazo, hay que sumar los que ya se han hecho en los Presupuestos Generales del Estado, que recortan cerca del 22% el presupuesto de Educación (lo que significa que se dispondrán de 625 millones de euros menos) y de las podas que las distintas Consejerías de Educación están aplicando en sus propios presupuestos.
No hace falta ser un lince para darse cuenta de la tragedia que eso supone tanto para la sanidad como para la educación. Para empezar, miles de puestos de trabajo se van a perder en un abrir y cerrar de ojos. Sólo en el sistema educativo andaluz, para el próximo curso, se estima que la reducción afectará a unos quince mil docentes interinos. Es decir, el uno de septiembre, quince mil personas que a día de hoy tienen un empleo como maestros de primaria, de secundaria o en la universidad, se quedarán en sus casas, cruzados de brazos, viéndolas venir. Y en el sistema sanitario público, otro tanto.
No obstante, la reducción económica no va a afectar sólo al empleo. La calidad del sistema educativo, que ya desde hace tiempo viene resintiéndose de una pobrísima inversión pública (la española está entre las de menor cuantía de todos los países comunitarios), va a sufrir un retroceso, sencillamente, espectacular. Si se confirman los datos que se han barajado estos días, y mucho me temo que la cosa puede ser aún peor, volveremos a tener aulas con treinta y tantos alumnos en primaria y hasta cuarenta y dos (se dice pronto) alumnos en secundaria. Además de estas medidas, el Ministro ha anunciado otras complementarias: supresión de programas de intercambio de alumnos universitarios, supresión de varios programas que suponían una modernización de la escuela española, revisión de las tasas universitarias, etc., etc. Un ataque que atenta contra el conjunto de la sociedad de este país, sobre todo contra el alumnado, que se verá perjudicado directamente.
Esto es un disparate. Y eso lo sabe cualquiera. también José Ignacio Wert, el Ministro del ramo, y sus colaboradores directos. Pero a ellos eso no les preocupa. Porque ellos sólo tienen un objetivo y ese objetivo se llama déficit cero. Y es que en España y en Europa, para salir de la crisis, se ha optado por tomar el camino equivocado. Mientras que los políticos que nos gobiernen, sea cual sea su color político, apuesten decididamente por la consecución drástica del déficit cero, el país tendrá que seguir reduciendo en inversión pública. Si se reduce la inversión pública, se reduce el empleo. Si se reduce el empleo, se reduce el consumo. Si se reduce el consumo, se cierran negocios. Si se cierran negocios, se pierden más empleos. Y vuelta a empezar. Una de dos: o se cambia la estrategia, o esto no se arregla. Así de simple.
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