A todos los que nos gusta Cecilia estamos de enhorabuena. El sello Rama Lama, que dirige José Ramón Pardo, acaba de sacar un doble álbum —en cd y en vinilo—, con un montón de material inédito de la cantautora madrileña. Se titula Cecilia inédita en concierto, y es exactamente eso: tomas en directo de muchas de sus canciones que son publicadas ahora por primera vez. Yo he comprado la versión en vinilo y os puedo asegurar que es estupenda. Confieso que tenía mis dudas sobre el material que podría encontrarme entre los surcos de estos dos álbumes. Pero como digo, es una auténtica maravilla. Llevo varios días a vueltas con el disco y no me canso de escucharlo. Según las notas interiores de Jesús Caramés, responsable de la mejor página web dedicada a la autora de “Un ramito de violetas”, estas canciones estaban durmiendo el sueño de los justos, perdidas en cintas que la familia de Eva tenía guardadas en un trastero. Benditos trasteros y benditas cintas.
Se abre el disco con dos estupendas versiones: del “We shall overcome” del cantautor americano Pete Seeger (al que Springsteen dedicó un disco y una gira enterita) y del “Bridge over troubled water” de sus admirados Simon and Garfunkel, de quien tomó su nombre artístico, Cecilia. Además de estas dos versiones, el disco contiene otras dos: “The boxer”, también del dúo americano, y el archifamoso “Blowing in the wind”, de papá Bob.
No obstante, estas versiones de temas americanos son un pequeño aperitivo. Lo que realmente engrandece a este disco, lo que de verdad vale la pena, lo que convierte estas canciones en un puñado de temas fuera de lo común, es la interpretación en directo de sus propios temas. Cómo suenan de bien canciones como “Dama, dama”, “Doña Estefaldina”, “Mi ciudad”, “Me quedaré soltera”, “Canción de amor”, “Nada de nada”, “Un ramito de violetas” y así hasta completar las 24 canciones en directo, más el middley de seis minutos de “Mi querida España / Fui / Dama, dama”. Y es que las versiones en directo no están tan adornadas como las versiones originales. Se trata de unas versiones arregladas de manera más sencilla, casi desnudas, arropadas tan solo por la guitarra de Francisco Cervera, el bajo de Carlos Viciello, la batería de José Ramón Company, el saxo y el clarinete de Antonio Martí y el piano de Alejandro Monroy, que demás es el responsable de la dirección musical. Esta sencillez instrumental le proporciona a las canciones de Cecilia un toque íntimo que pone la piel de gallina. Se completa el disco con dos tomas en estudio: “Broadway show” (inédita hasta la fecha), una preciosa canción a ritmo de music-hall y “Sevilla”, una versión, en mi opinión, mucho más bonita que la que apareció en el álbum que la cantautora publicó en 1975: Un ramito de violetas. En el disco también podemos encontrar una versión en inglés de “Un millón de sueños”, titulada “A million dreams”, y una versión en directo, apenas un bosquejo, de la primera canción que Cecilia compuso: “Daddy, don´t close the light”, una canción que la compañía de discos se negó a que fuese publicada en su día porque estaba cantada en inglés. Hay que destacar las introducciones que la cantante hace antes de casi cada tema. Son breves comentarios, que sirven para contextualizar cada una de las canciones. En total, 91 minutos y 36 segundos que superan con creces las grabaciones en estudio que ya conocíamos de estos mismos temas.
Parece mentira que algo tan etéreo como unas canciones que fueron compuestas e interpretadas hace cuatro décadas pueda proporcionar tanta felicidad. Pero es que todo lo que tiene que ver con esta artista está revestido de algo que se parece mucho a la magia. Presiento que este disco va a sonar en mi tocadiscos hasta la saciedad.
Se abre el disco con dos estupendas versiones: del “We shall overcome” del cantautor americano Pete Seeger (al que Springsteen dedicó un disco y una gira enterita) y del “Bridge over troubled water” de sus admirados Simon and Garfunkel, de quien tomó su nombre artístico, Cecilia. Además de estas dos versiones, el disco contiene otras dos: “The boxer”, también del dúo americano, y el archifamoso “Blowing in the wind”, de papá Bob.
No obstante, estas versiones de temas americanos son un pequeño aperitivo. Lo que realmente engrandece a este disco, lo que de verdad vale la pena, lo que convierte estas canciones en un puñado de temas fuera de lo común, es la interpretación en directo de sus propios temas. Cómo suenan de bien canciones como “Dama, dama”, “Doña Estefaldina”, “Mi ciudad”, “Me quedaré soltera”, “Canción de amor”, “Nada de nada”, “Un ramito de violetas” y así hasta completar las 24 canciones en directo, más el middley de seis minutos de “Mi querida España / Fui / Dama, dama”. Y es que las versiones en directo no están tan adornadas como las versiones originales. Se trata de unas versiones arregladas de manera más sencilla, casi desnudas, arropadas tan solo por la guitarra de Francisco Cervera, el bajo de Carlos Viciello, la batería de José Ramón Company, el saxo y el clarinete de Antonio Martí y el piano de Alejandro Monroy, que demás es el responsable de la dirección musical. Esta sencillez instrumental le proporciona a las canciones de Cecilia un toque íntimo que pone la piel de gallina. Se completa el disco con dos tomas en estudio: “Broadway show” (inédita hasta la fecha), una preciosa canción a ritmo de music-hall y “Sevilla”, una versión, en mi opinión, mucho más bonita que la que apareció en el álbum que la cantautora publicó en 1975: Un ramito de violetas. En el disco también podemos encontrar una versión en inglés de “Un millón de sueños”, titulada “A million dreams”, y una versión en directo, apenas un bosquejo, de la primera canción que Cecilia compuso: “Daddy, don´t close the light”, una canción que la compañía de discos se negó a que fuese publicada en su día porque estaba cantada en inglés. Hay que destacar las introducciones que la cantante hace antes de casi cada tema. Son breves comentarios, que sirven para contextualizar cada una de las canciones. En total, 91 minutos y 36 segundos que superan con creces las grabaciones en estudio que ya conocíamos de estos mismos temas.
Parece mentira que algo tan etéreo como unas canciones que fueron compuestas e interpretadas hace cuatro décadas pueda proporcionar tanta felicidad. Pero es que todo lo que tiene que ver con esta artista está revestido de algo que se parece mucho a la magia. Presiento que este disco va a sonar en mi tocadiscos hasta la saciedad.
¡Totalmente de acuerdo amigo!
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