No voy a
profundizar en la biografía de Sandra, pero sí me gustaría dar unas breves
pinceladas que considero importantes para comprender un poco mejor algunos
detalles de esta novela. Sandra es una gaditana interesada en la complejidad de
la mente humana, en los extraños procesos psicológicos que tienen lugar en la
mente del ser humano y, sobre todo, en la filosofía. También es experta en
comunicación audiovisual y se gana la vida como periodista en Canal Sur. Digo
esto porque esta novela es una obra con un gran poso filosófico y donde la
imagen juega un importante papel, ya que es una obra muy cinematográfica, con
un extraordinario poder de evocación.
Antes de
seguir, voy a hacer un breve resumen de lo que el lector que se adentre en La ciudad que rompe sueños puede
encontrar entre sus páginas. A finales del siglo XXI (esto no lo dice la obra por
ningún lado, pero tras leerla detenidamente es la deducción a la que yo he
llegado), el planeta, devastado por la polución, por las catástrofes
medioambientales, por las múltiples guerras que tienen o han tenido lugar y
otras lindezas por el estilo, no es, precisamente, ese lugar bucólico y
maravilloso al que cantaban los poetas pretéritos. En la ciudad más grande del
planeta, Kathlas, se ha desatado una pandemia de suicidios. Simple y llanamente,
la gente ha perdido las ganas de vivir. Sin motivos aparentes. Sin profundas
disquisiciones filosóficas, las personas prefieren morir a seguir viviendo. Tal
vez porque, en determinadas circunstancias, morir es mucho más fácil que vivir.
De esta manera, el índice de suicidios
en las últimas décadas es tan alarmante, que ha llevado a las autoridades a
tomar cartas en el asunto. Así, la gran metrópolis del pasado, centro económico
y financiero, Ítaca mítica a la que llegaban decenas de seres humanos que
ansiaban tener un futuro mejor donde poder realizar sus sueños, ha dado paso a
una ciudad asfixiante, claustrofóbica, completamente alienante, donde las
medidas de seguridad para evitar las muertes voluntarias agobian a sus
habitantes, quedando tan sólo el metro como vía de escape para los que tratan
de ganarle la partida a la vida. Para más inri, tras una terrible catástrofe
nuclear (esto tampoco se dice pero también se intuye), los habitantes de la
ciudad, se ven obligados a llevar sobre sus rostros unas máscaras que se
adhieren sobre las caras como una segunda piel, pero que, en realidad, acentúan
la terrible distancia que ya existe entre los seres humanos. Gestos tan
simples, y antaño tan comunes, como pueden ser una caricia o tomar de la mano a
otra persona, son pues, en esta sociedad futura que plantea el libro, actitudes
que han quedado en desuso e incluso que están mal vista por la mayoría de la población.
El índice de suicidios es tan elevado que se crea
un Ministerio cuya principal objetivo es, ante todo, recuperar a suicidas
fallidos. El médico que dirige el Ministerio, Rafael Estendal, toda una
eminencia en los problemas mentales y en la etiología del suicido, se encuentra
por primera vez, entre la espada y la pared. Y es que su nieto, el pequeño
Marcos, de nueve años de edad, ha intentado quitarse la vida. Por este motivo, pide
ayuda a la única persona que, en su opinión, puede salvar a su nieto; La
doctora Águeda Salvaterra, la principal investigadora tras años dedicados a la
atención de suicidas. Para que la Dra. Salvaterra pueda conseguir su objetivo,
la dirección del Ministerio pone en sus manos nuevos instrumentos médicos con
los que se espera acabar con la pandemia. Por otro lado, Ricardo Miranda, un suicida
reincidente sobre el que pesa la sospecha de potenciar suicidios, será el
primero en experimentar los nuevos métodos. La doctora, que dejó la
recuperación de suicidas por los continuos fracasos, se ve obligada a
internarse en el centro para volver a ejercer de ángel cuidador, veladora de
sus vidas y observadora de sus almas.
Ese es, a
grandes rasgos, el argumento de La ciudad
que rompe sueños. Según contaba recientemente la propia autora en una
entrevista, el suicidio será "la enfermedad más común" de las
sociedades futuras. Y esto lo dice una persona que sabe muy bien de qué está
hablando. Y es que, después de seis años investigando, leyendo, profundizando
en el tema del suicidio, no podemos negar que Sandra es una experta en el
asunto. Según la novelista gaditana, el suicidio se ha convertido ya en la
"primera causa de muerte no natural, por encima de los accidentes
laborales y los accidentes de tráfico" y esto, aún en los años anteriores
a la crisis.
Además, según la autora, el tema del
suicidio está rodeado de un marcado componente oscurantista. Apenas se conocen
cifras referentes al tema, y las muertes por suicidio se siguen ocultando
porque siguen siendo un tabú, tanto en el ámbito familiar "donde suponen
una frustración", ha dicho la autora,
como socialmente, "por los valores de cada sociedad y por la
presión que la sociedad ejerce en los individuos", puntualiza.
Veamos,
si quiera brevemente, algunas influencias que he creído detectar en las páginas
de esta novela. Básicamente, las influencias que yo he apreciado en La ciudad que rompe sueños son de dos
tipos: Literarias y científicas.
a)
Influencias Literarias
Tengo que
confesar que cuando estaba leyendo esta novela, mi primer pensamiento fue para
Paul Auster y su historia El país de las
últimas cosas. Luego, cuando tuve ocasión de hablar con Sandra y se lo
comenté, me confesó que no había leído la obra del escritor neoyorquino y que
Auster no es santo de su devoción. Y aún así, yo sigo pensando que ambas obras
tienes ciertos aspectos en común. Tal vez sea por ese regusto a pesimismo que
destilan las dos. Recuerdo que la lectura de la novela de Auster, me dejó un
estado de ánimo un poco depresivo y lo mismo me ha ocurrido con La ciudad que rompe sueños. Tal vez,
ello se deba a que ambas novelas plantean un tema con el que los seres humanos
no nos sentimos cómodos: la muerte. Por otra parte, creo que técnicamente la
novela de Sandra ha bebido de las fuentes originales de la ciencia ficción. Y
es que escritores como George Orwell y su 1984,
con ese omnipresente Gran Hermano que
controla hasta el mínimo detalle de la vida cotidiana; Aldus Huxley y Un mundo feliz, Ray Bradbury y su Fahrenheit 451 o Jim G. Ballard y su Fuga al paraíso, por dar sólo algunos
nombres, sobrevuelan, siquiera tangencialmente, las páginas de esta novela que
esta tarde presentamos aquí. A parte de estos nombres, más o menos evidentes,
la propia autora me confesaba vía mail que en la novela se puede rastrear a otros
muchos autores, tanto clásicos como modernos: Heidegger, Séneca, Paul Ricouer,
José Antonio Marina, Carlos Castaneda, mucho Aristóteles y mucho Platón. Y por
supuesto Jorge Luis Borges, uno de los escritores por los que Sandra siente una
mayor devoción.
b) Influencias
Científicas
Entre las principales influencias
científicas que Sandra ha usado para escribir su primera novela están sobre
todo dos: el sociólogo francés Émile Durkheim y el médico portugués Antonio
Damasio. En 1897 Durkeim publicó El
suicidio, un estudio cuantitativo sobre el suicidio en varios países
europeos, que sentó las bases para los estudios de este tipo que se han
realizado posteriormente.
Antonio
Damasio, por su parte, es uno de los más importantes investigadores en el campo
de la neurociencia. También es autor de una extensa bibliografía de libros científicos
de tipo divulgativo. Damasio tiene como objeto de estudio principalmente los
sistemas neuronales relacionados con la toma de decisiones.
Tras
seis años de trabajo, Sandra Pérez Castañeda ve publicada, al fin, su primera
novela. Yo he tenido la oportunidad de leerla y sólo puedo decir parabienes de
ella, pues me ha parecido un libro estupendo, más aún si tenemos en cuenta que es
la obra de una autora novel. Así que le deseo todo lo mejor con esta aventura
literaria que ahora inicia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.