Somos tontos del culo. Eso es algo
que no admite discusión. No hay más que echar un vistazo a nuestra
actitud con respecto a los políticos y a la política, a los banqueros y a
la banca, a los obispos y a la iglesia, o nuestros comportamientos con
respecto a la situación laboral, económica, social en la que nos
encontramos en la actualidad, para darse cuenta de eso.
Sólo admitiendo que este país es un
lugar repleto de tontos del culo se pueden explicar ciertos hechos,
ciertas circunstancias, y como digo, ciertos comportamientos por parte
de la sociedad. Porque no me cabe en la cabeza que, sin ser tontos del
culo, comulguemos con semejantes ruedas de molino. No me cabe en la
cabeza que, sin ser estúpidos de remate, nos traguemos sapos como los
que nos estamos tragando últimamente. No me cabe en esta cabeza que
tengo de tonto del culo, que sin ser precisamente eso, tontos del culo,
permitamos a esta panda de forajidos que dirigen el cotarro que sigan
campando a sus anchas.
A ver si no, cómo se explica que nos
hagan pagar dos veces —con nuestros impuestos y con esa maléfica medida
que se ha dado en llamar el copago— los medicamentos que necesitamos,
mientras que en España hay un ejército, y precisamente eso es lo que
forman, de políticos profesionales, que no sirven absolutamente para
nada, repartidos entre el Congreso de los Diputados, el Senado, los
parlamentos autonómicos, los ayuntamientos, las diputaciones, etc., etc.
Cómo se explica que se recorten los
sueldos a los empleados públicos y lo permitamos, mientras que una piara
de políticos profesionales y de enchufados está instalada en todas y
cada una de las administraciones públicas, cobrando por trabajos
fantasmas, es decir, trabajos que no realizan y que, aun en el
hipotético caso de que los realizaran, no tienen ninguna función social.
Cómo se explica que a las personas se
les quite la casa donde viven porque han tenido la desgracia de perder
su trabajo y no pueden pagar la mensualidad de la hipoteca a ese mismo
banco que ha robado, estafado, engañado, malversado, etc., etc.,
masivamente y ha puesto al Estado al borde del colapso.
Cómo se explica que los dirigentes de
esos bancos se vayan de rositas, cobrando unas indemnizaciones que
cortan la respiración y vivan del carajo mientras que las víctimas del
desahucio se quedan en la puta calle, embargados por los siglos de los
siglos y muriéndose de hambre ellos y sus hijos.
Cómo se explica que se critique desde la
patronal el sistema de limosnas que supone el PER, mientras que la CEOE
se lleva todos los años un mogollón de millones de euros para gastarlos
en lo que les salga de las pelotas.
Cómo se explica que cada nuevo gobierno
lleve a cabo una nueva reforma laboral que sólo sirve para empeorar las
condiciones laborales de la gente y no resuelve el problema del paro y
nos quedemos de brazos cruzados.
Cómo se explica que para salvar a la
banca española el Estado pida a los buitres europeos un préstamo de cien
mil millones de euros y, por el contrario, a la minería española se le
retire la respiración asistida y se la deje morir de inanición porque el
sector necesita poco más de trescientos millones de euros para salir a
flote y eso, amiguitos, no es rentable.
Cómo se explica que los políticos que gobiernan (más certero sería decir que desgobiernan)
el país y las comunidades autónomas, engañen a la sociedad, con sus
burdas mentiras, nos roben en nuestras narices, nos traten como a
borregos, se cambien sin pudor de chaqueta al día siguiente de tomar
posesión de sus cargos, coloquen en puestos de confianza (menuda
perversión lingüística) a sus hijas, hermanos, maridos y mujeres, y se
rían en nuestros caretos de nosotros, mientras los vemos pasar en sus
cochazos oficiales, fabricados en Suecia o Alemania, a velocidad de
vértigo, rumbo a la siguiente recepción oficial a ponerse hasta el culo
de gambas.
Cómo es posible que el que manda en los
jueces se gaste un pastón en fines de semana de cuatro o cinco días en
los mejores hoteles de Marbella, de Santander, de Barcelona, y después
diga que estaba trabajando y no devuelva ni un solo eurito, y tralarí
tralará, todos tan contentos.
Sólo se me ocurre una explicación para
todos estos desvaríos: que somos tontos del culo. Si no fuésemos tontos
del culo, ¿cómo íbamos a permitir que pasaran estas y otras muchas
cosas?
¿Que propone usted hacer para que dejemos de ser presuntamente tontos del culo? Gracias.
ResponderEliminarPues propongo, por ejemplo, dejar de votar en las elecciones. ¿Te imaginas que en las próximas elecciones generales la participación fuese del 15%? Supongo que entonces los políticos empezarían a darse cuenta de que esto no puede seguir así.
ResponderEliminarCreo que los políticos ya saben que esto no puede seguir así.
ResponderEliminar¿Tú crees? Pues hacen como si no lo supieran.
ResponderEliminarPor cierto, se me ocurren otras muchas cosas que se pueden hacer, pero son menos políticamente correctas y manchan más.
Justo, hacen como. Los políticos son como una clase social pudiente y no se apean del puesto así como así. Sabrán de sobra que en cualquier momento se les puede acabar el chollo, pero mientras van llenando la saca. Es pura perversión.
ResponderEliminarEn cuanto a esas otras medidas, ganas entran, sí.