El
día 16 de abril del año 1983, sábado para más señas, yo tenía 13 años. No
recuerdo cómo fue aquel día: si brilló el sol o llovió intensamente; si hizo
frío o calor. No recuerdo si tuvo lugar algún acontecimiento trascendental o
fue un día más de tantos. Y sin embargo recuerdo perfectamente que aquel sábado
por la mañana, recién levantado, desayunando, todavía en pijama y medio
adormilado, tuve oportunidad de ver en la televisión uno de esos momentos que
se graban en la retina y permanecen para siempre: la actuación de Las Vulpes.
El
programa en cuestión se llamaba Caja de Ritmos y lo dirigía el gran Carlos
Tena, toda una referencia en el periodismo musical de este país. Tena tenía ya
en 1983 una larga carrera profesional a sus espaldas, tanto en radio como en
televisión. Había dirigido otros programas musicales como Popgrama o Música
maestro. Pero es que el guionista del programa era nada más y nada menos que
Diego A. Manrique, el periodista musical número uno de la historia de este
país. Cuenta la leyenda que Manrique fue quien eligió al grupo vizcaíno para
que apareciera en el segundo programa, pues según contaba el propio Carlos
Tena, él no tenía ni idea de quiénes eran estas chicas hasta que Diego le habló
de ellas. Caja de ritmos se había estrenado la semana anterior, o sea, el
sábado 9 de abril. El plato principal para el segundo programa era un grupo
enteramente femenino procedente del País Vasco, de Barakaldo (Vizcaya) para más
señas. Cuatro chicas de entre 17 y 21 años, que se habían bautizado con el
simbólico nombre de Las Vulpes (zorra en latín).
Cuando
grabaron la actuación para Caja de Ritmos, la formación definitiva de Las
Vulpes apenas llevaba siete meses funcionando. Tras algunos intentos fallidos
de formar un grupo exclusivamente de chicas, la que sería la formación
definitiva de la banda, se había juntado en el verano de 1982. Mamen, Loles,
Lupe y Begoña. Cuatro punkis con las ideas muy claras. Durante esos siete
meses, las cuatro chicas habían estado prácticamente encerradas en un local de
ensayo junto a una serrería, ensayando duro, aprendiendo a manejar con cierta
soltura los instrumentos, horas y horas aporreando la batería, el bajo y la
guitarra. Gritando a toda hostia. Allí, enclaustradas entre cuatro paredes, habían
abrazado la religión del punk y adoraban, sobre todas las cosas, a Johnny
Rotten, su único dios verdadero, cantante y líder absoluto de los Sex Pistols,
la banda que en 1977 había llevado su anárquico rocanrol a las cotas más altas
de nihilismo, bajo el eslogan de “No future”. La banda londinense habían
escandalizado a la biempensante sociedad británica hacía un lustro con temas
como “Anarchy in the UK”, “Pretty Vacant” o la celebérrima “God Save The Queen”,
temas todos ellos incluidos en su único álbum, Never Mind The Bollocks (Virgin, 1977). Durante aquellos meses de
duros ensayos, las chicas ponen en pie un repertorio bastante potente. Y graban
un par de maquetas que mueven por todo el
País Vasco. Poco a poco se van haciendo un nombre en una incipiente
escena punk vasca. En una entrevista que les hizo la periodista Rosa Montero
para El País algunos días después de su
única aparición en televisión, contaban que su repertorio hasta aquel momento consistía
en tan solo trece canciones, trece disparos certeros contra la Iglesia
católica, contra el machismo imperante en la sociedad española, contra la
hipocresía pequeño-burguesa, contra los políticos de derechas y de izquierdas,
contra la amenaza nuclear, “contra todo”. En este repertorio había, como no
podía ser de otra manera, varias versiones de Los Ramones, de Eddie Cochran, UK
Subs y The Stooges.
“Me
gusta ser una zorra”. Así se titulaba la libérrima adaptación que Loles,
guitarrista del grupo, había hecho del “I wanna be your dog”, el mítico tema
que Iggy Pop había compuesto en 1969, para el álbum de debut de su banda, The
Stooges, y de cuya producción se encargó otra leyenda del rock: John Cale. En
1983, Loles tenía 18 años, pero la letra de la canción había sido escrita 3
años antes, o sea, cuando la chica tenía 15 años. En la entrevista de Rosa
Montero, la autora del texto se mostraba tajante: “si tú me dices que soy una
zorra sólo porque soy distinta a ti, porque no quieres comprenderme, entonces
yo gritaré que me gusta ser una zorra.” La letra de la canción empezaba con
estos versos:
Si tú me vienes hablando de amor,
Qué dura es la vida, cual caballo me
guía.
Permíteme que te dé mi opinión,
Mira, imbécil, que te den por culo.
Me gusta ser una zorra,
Me gusta ser una zorra,
Me gusta ser una zorra,
Me gusta ser una zorra,
¡Cabrón!
Después
continuaba con una aseveración contundente (esta fue la parte que más mosqueó a
los meapilas del ABC, probablemente
porque sus podridas meninges de machos hispanos no podían soportar la idea de
que una chica prefiriera masturbarse a estar con un tío):
Prefiero masturbarme, yo sola en mi
cama,
Antes que acostarme con quien me hable
del mañana,
Prefiero joder con ejecutivos.
Que te dan la pasta y luego vas al
olvido.
Me gusta ser una zorra
Me gusta ser una zorra
¡Mamón!
Y
acababa con una alusión nada velada al cantante neoyorquino Lou Reed:
Dejando ahora mi profesión,
Te pido un deseo de todo corazón,
Quiero meter un pico en la polla,
A un cerdo carroza llamado Lou Reed
Me gusta ser una zorra.
En
el artículo de Rosa Montero, se aclaraba el porqué de esta estrofa final de la
canción: ¿Y el final? Bueno, el final ese
del pico en la polla de Lou Reed pensaron en quitarlo, porque no pega con el
resto. Fue una broma, una tontería. Por entonces había venido Reed a Madrid y
Lupe tuvo que pintárselas de todos los colores para poder reunir dinero para
verle: se tuvo que desplazar haciendo dedo, en fin, una movida. Y luego el Lou
Reed cogió y cantó sólo siete canciones, el muy guarro, y encima el tío había
dicho en una ocasión que a Johnny Rotten había que meterle un pico en la polla,
a Johnny Rotten, nada menos, a quien tanto admira Lupe. Así es que ella se
calentó y terminaron la canción con esa estrofa, "quiero meter un pico en
la polla a un cerdo carroza llamado Lou Reed", por chorizo. Una tontería,
vamos.
Sobre
los versos más polémicos de la letra de la canción, los que hacían referencia a
la masturbación, las chicas opinaban: "Nos gusta ser como somos y
pensamos que a nadie debe escandalizar que digamos que nos masturbamos, porque
eso es natural, eso lo hace todo el mundo. Es más fuerte poner películas
violentas u obligar a niños a seguir determinado tipo de religión". Lo
que demostraba que ellas eran las más sensatas de toda esta movida.
Lo
que ocurrió después de la emisión de “Me gusta ser una zorra” en el programa
Caja de Ritmos forma parte de la memoria colectiva de toda una generación de
teleespañolitos. El diario monárquico, ultraconservador y católico-talibán ABC escribió una editorial atacando al
grupo, al director del programa y, de paso, a los mandamases de RTVE. Hubo
querellas criminales, visitas a los juzgados, preguntas en el congreso,
réplicas y contrarréplicas, y otras historias casposas de las que, tan a
menudo, pasan por aquí y que tienen que ver, cómo no, con ataques furibundos
contra la tan cacareada libertad de expresión. De aquellos lodos vienen estos
polvos.
A
rebufo de la polémica, Las Vulpes grabaron un single con dos canciones: “Me
gusta ser una zorra”, en la cara A, e “Inkisición”, en la cara B, editado por
la discográfica independiente Dos Rombos. Se despacharon doce mil copias de
aquel disco en apenas unas semanas, y hoy en día, es un artefacto bastante
cotizado en el mercado del coleccionismo discográfico. Y sin embargo, los meses
que siguieron estuvieron más cerca de ser una pesadilla que de un sueño
placentero: conciertos en los que no cobraban, ultraderechistas boicoteando sus
actuaciones, garrulos que pensaban que aquellas tías eran unas putas dispuestas
a follar con el primer anormal que apareciera, y otras lindezas por el estilo.
Así que al poco tiempo, decidieron poner fin a aquella historia y seguir cada
una por su camino.
En
el año 2005, las 3 supervivientes de la formación original (Lupe había muerto
en 1993) se volvieron a juntar y grabaron un disco en directo que se llamó Me gusta ser (Ohiuca, 2005), con el que
intentaban saldar viejas deudas Han pasado 35 años de toda esta historia y
durante estos años la leyenda de Las Vulpes no ha hecho más que aumentar de
tamaño. Se han hecho numerosas versiones de su tema estrella, y su influencia
se puede rastrear en bandas de chicas tanto en el estado español como en otros
países de Hispanoamérica. Nombres como los de Les Biscuits Sales, Las Perras
del Infierno, Molly G, Las Furias, Rotten Nuttes, Las Ultrasónicas, Las
Sexpeares, Selene, Akelarre y muchas, muchas más han seguido el camino iniciado
por Mamen, Loles, Lupe y Begoña y se reconocen como herederas directas de la
banda de Barakaldo. No en vano ellas fueron las pioneras del femipunk y eso,
siempre supone un plus.
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