Conecto
la televisión y a través de ella se cuela en mi comedor el ex ministro Arias
Cañete. Se le ve sofocado, sudando a la gota gorda. Mueve, arriba y abajo, como
una marioneta, su brazo derecho y, clavando fijamente sus ojos en los míos, de
una manera que casi, casi, me da miedo, me pide que el día 25 no falte a la
cita, que vaya a votar, que España y Europa me necesitan, porque sin mí, ni
España ni Europa serán como deben ser.
Cambio de
canal y me encuentro a Elena Valenciano. A esta no se le ve sudada, aunque sí
un poco sofocada. Es más sutil en sus movimientos pero su discurso es
prácticamente un clon del que unos segundos antes estaba dedicándome el candidato
popular. La número dos del partido socialista también piensa que sin mí, sin mi
voto, Europa y España no valen una mierda. Así que me pide, qué digo, mucho más
que eso, me exhorta, me incita, me persuade para que el domingo de las
elecciones no me quede en mi casa leyendo, cocinando o jugando al balón con mi
hija. Ya habrá tiempo para eso, me dice con una sonrisa atractiva en los labios.
Lo primero, en opinión de Valenciano, es que me acerque hasta mi colegio
electoral y cumpla con mi obligación de buen ciudadano, ejerciendo mi derecho
al voto. Y luego, una vez que haya votado, que haga lo que me salga de los
cojones. Faltaría más.
Cojo el
mando a distancia y presiono, al azar, un número. El premio se llama Canal Sur
y en la pantalla está la Presidenta de la Junta de Andalucía. La caravana
electoral la ha llevado a dar un mitin a Baena, un pueblo de la provincia de
Córdoba cercano a donde yo nací. Se hizo famoso este municipio cordobés hace
unos años por los tejemanejes de su alcalde socialista, un cacique de los de la
vieja escuela. Pero ahora no recuerdo en que quedó todo aquel asunto de la
corrupción municipal. Supongo que no pasaría nada, al fin y al cabo, esto es
Andalucía, y por extensión España, la tierra de la corrupción y de las corridas
de toros. En fin, a lo que voy. Susana Díaz también me pide que vaya a votar el
día 25 de mayo. Esta concreta un poco más su mensaje. Me lo pide a mí, pero se
lo pide sobre todo a los jóvenes, votad, les dice, votad, porque sin vuestra participación no se puede
construir ni Andalucía —los otros dos no habían hablado de Andalucía— ni por
supuesto España o Europa.
Sigo
haciendo zapping y una procesión de
políticos sigue con la misma cantinela. Cambian las caras. Cambian los
partidos. Cambian las ciudades. Cambia el atrezzo.
Pero el discurso sigue siendo el mismo. Ahora le toca el turno a Diego
Valderas, Vicepresidente de la Junta de Andalucía y hasta hace unos meses
Coordinador Andaluz de IU. Pide en un acto electoral que el día 25 de mayo haya
una participación masiva en las elecciones.
Busco
información y veo que las encuestas más optimistas hablan de una participación
en torno al cuarenta por ciento. Es decir, en el mejor de los casos, sólo
cuatro de cada diez electores van a ir a votar. El otro sesenta por ciento, por
una u otra razón, pasa olímpicamente de las elecciones. Yo estoy en el grupo
del sesenta por ciento.
Los
políticos están acojonados ante estos datos. Saben que su chollo es directamente
proporcional al número de electores que vayan a votar. Cuanto más alto sea el
índice de participación, más se extienden sus redes. Cuanta menos gente vote,
más difícil les resultará explicar sus sueldos, sus privilegios, sus magníficas
vidas sin dar un palo al agua.
Durante
estos días escucharás la cantinela de la participación una y mil veces. Por
supuesto eres muy libre de hacer lo que te venga en gana, pero si te paras a
pensarlo un momento, verás que votando sólo se consigue perpetuar un sistema que
actúa en contra de tus intereses. Y legitimar a una gente que no lo merece.
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