martes, 8 de enero de 2013

Billy Bragg, el cantautor que soñaba con ser The Clash



Voy a empezar por lo más evidente: a pesar de que acaba de cumplir 55 años hace unos días, de que ha grabado más de una docena de magníficos álbumes, de que ha colaborado con músicos de primerísima fila de ambos lados del Atlántico, como Johnny Mars, Natalie Merchant, Wilco o los mismísimos REM, a pesar de su compromiso político, social e ideológico con la causa de los más desfavorecidos, a pesar de estar siempre del lado de las capas sociales más débiles, Billy Bragg no goza en España de la popularidad que un músico de su categoría merece. Uno no acaba de entender cuáles son los motivos por lo que esto es así, pero está claro que Billy Bragg es un artista prácticamente desconocido aún entre los aficionados más ideológicamente concienciados. Algo para lo que, como digo, no encuentro explicación lógica.
Stephen William Bragg nació en Essex, en Inglaterra, en 1957. Cuando el punk estalla en las calles londinenses, Bragg es un joven de apenas 20 años, permeable y vehemente como sólo lo puede ser una persona a esa edad. Durante unos años, arrastra su cóctel de punk, canción protesta y música folk por los pubs y clubs de todo el país donde le dan un poco de cancha. Hasta que en 1983 la suerte parece ponerse de su lado y graba su primer disco: Life's a Riot with Spy Vs Spy. Desde entonces, Billy Bragg ha estado siempre donde su conciencia le decía que tenía que estar, sin preocuparse lo más mínimo por los efectos colaterales que su compromiso ideológico pudiera tener en su carrera artística. Cantó a favor de las huelgas mineras de la primera mitad de la década de los ochenta en su país contra el gobierno Thatcher; apoyó la Revolución Sandinista; visitó la Unión Soviética cuando aún existía; siempre se ha posicionado a favor de una Gran Bretaña multicultural, abierta y fraternal, lo que le ha valido el odio acérrimo del partido fascista British National Party; se ha manifestado abiertamente a favor del derecho a decidir de escoceses y galeses sobre su autodeterminación; participó activamente en las manifestaciones en contra de la intervención de su país, liderado en aquel momento por Tony Blair, en la invasión de Irak. Y en los últimos tiempos no es raro encontrarlo en Trafalgar Square manifestándose contra las políticas de recortes del gobierno Cameron, o apoyando al “Occupy Movement”, contra la avaricia sin límites de banqueros y empresarios.
Y luego está, como no, su música. Durante más de treinta años de carrera, Billy Bragg ha grabado un puñado de excelentes discos: Back to the basics, Talking to the taxman about poetry (título extraído de un largo poema del poeta soviético Vladimir Maiakovski, y que me inspiró a mí mismo para poner nombre a mi poemario Hablando de amor con el cobrador del frac), Workers playtime, The Internationale, Don’t try this at home, William Bloke y Mermaid Avenue (el proyecto conjunto con la banda estadounidense Wilco, en el que recuperan un buen puñado de letras y canciones apenas esbozadas por el gran cantante comunista americano Woody Guthrie).
A grandes rasgos, sus canciones son de dos tipos: políticas y de amor. Toda su discografía oscila entra la ternura de sus temas amorosos (“New England”, “She’s got a spell” (de este tema existe una magnífica versión en castellano a cargo del grupo mallorquín La granja, titulada “Magia en sus ojos”), “The warmest room”, etc.) y la fuerza y pasión de sus temas más combativos (“There is a power in the Union”, “Sexuality”, “Help save the youth of America”, “I dreamed I saw Phil Ochs last night”, “The red flag”, y muchos más.).
Decía Billy Bragg en una entrevista que le hicieron en la década de los ochenta, que la mayoría de los cantautores, cuando se suben a un escenario, quieren ser Bob Dylan; él, sin embargo, soñaba con ser The Clash. Creo que no hay mejor manera de definir a Billy Bragg que esta autodefinición, aunque yo añadiría que la suya es música con actitud para estos tiempos convulsos. Y bien pensado, no es poca cosa.

1 comentario:

  1. La relación de Bragg y Wilco acabó como el rosario de la aurora.

    Cuando terminó la producción del disco Mermaid Avenue comenzaron las peleas entre Bragg y Wilco. Bennett (guitarra de Wilco) pensaba que Bragg había sobreproducido las canciones, constrastando con las menos densas contribuciones de Wilco. Bennett llamó a Bragg para hablar sobre la posibilidad de remezclar las canciones de Bragg, a lo que éste respondió: «Vosotros haced vuestro disco y yo haré el mío, cabrones».

    Poco después de la grabación de "Yankee Hotel Foxtrot" Tweedy (cantante de Wilco) despidió a Bennett de la banda.

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