Anoche murió Enrique Sierra, el que fuera guitarrista de Radio Futura y uno de los tres componentes, junto a Luis y Santiago Auserón, que convirtieron al grupo en la banda más importante (en la mejor banda, ¡qué carajo!) que ha dado el rock español. Enrique era un guitarrista autodidacta, un músico apasionado e intenso, con una manera de tocar muy personal, con un estilo que era marca de la casa. Había empezado su carrera como guitarra solista de aquel proyecto embrionario que fueron los Kaka de Luxe, con Alaska, Fernando Márquez el Zurdo, Nacho Canut y Carlos Berlanga. Y aunque después de Radio Futura hubo otros proyectos, como Enrique Sierra y los Ventiladores y Klub, donde lo acompañaban Pilar Román y el propio Luis Auserón, su banda fue y será eternamente Radio Futura.
Enrique nació en Madrid en 1957, en el barrio de Chamberí, aunque con cinco años su familia se trasladó a Moratalaz. Era el mayor de cuatro hermanos y desde muy pequeño fue un melómano empedernido. Según contaba el propio Enrique, se hizo músico después de enamorarse perdidamente del “(I can’t get no) Satisfaction” de los Rolling Stones, tema que escuchó por primera vez en la máquina de discos de un bar de su barrio, con apenas trece años. Tal fue el cuelgue con el tema de Jagger y Richards que pasó toda una tarde poniéndolo una y otra vez en la dichosa maquinita.
Entre canciones de los Stones, de los Kinks, de la Credence, va pasando la adolescencia y día a día, va haciéndose mejor guitarrista. A los diecinueve años, conoce al Zurdo y a una jovencísima Olvido, que lo invitan a formar parte de grupo que estaban montando: Kaka de Luxe. Enrique se hace cargo de la guitarra porque en realidad es el único de cuantos andan por el local de ensayo del Ateneo de Prosperidad que domina un instrumento. Además posee una imagen especial, que lo convierte en una personalidad atractiva, sobre todo encima del escenario.
Pero Kaka de Luxe era un proyecto condenado a desparecer casi desde antes de empezar. Toda esa pasión, toda esa locura creativa de los veinte años, no podían ser algo duradero. Antes de separarse graban unas maquetas que luego se convertirían en el mítico disco Las canciones malditas, que contenía dos canciones compuesta exclusivamente por Enrique Sierra: “Pondré mil voltios en tu lengua” y “Música para embrollar (Huye de mí”).
Tras la disolución de Kaka de Luxe, Enrique sigue tocando, aprendiendo, mejorando. Un día se encuentra por Madrid con un colega que le habla de un tipo llamado Herminio Molero que está tratando de reclutar gente para formar un grupo: Radio Futura. Enrique entra en el grupo como guitarrista, y allí coincide con los hermanos Auserón: Luis y Santiago. Pronto graban Música moderna, el primer lp de Radio Futura, con el que los hermanos Auserón y Enrique no se muestran muy satisfechos. Ellos tienen en mente crear algo parecido a lo que en Nueva York están haciendo los Talking Heads, un grupo con influencias del punk y del rock de los años sesenta pero también de la literatura más vanguardista, de la ciencia ficción y del pop art. Se reestructura la banda y empiezan a trabajar duro en el local de ensayo, buscando una estética propia.
Todos conocemos lo que vino después: unos cuantos discos míticos: La ley del mar / La ley del desierto, De un país en llamas, La canción de Juan Perro, Veneno en la piel o Tierra para bailar; algunas de las canciones más brillantes de la historia de la música española: “La estatua del jardín botánico”, “Escuela de calor”, “Rompeolas”, “Semilla negra”, “El tonto Simón”, “No tocarte”, “La vida en la frontera”, “Han caído los dos”, “37 grados”, “El canto del gallo”, “La negra flor”, “Veneno en la piel”, “El amigo desconocido” o “Corazón de tiza”. La lista es extensa, porque en realidad los Radio Futura no hicieron ni una sola canción mala. Y unos conciertos donde los miembros del grupo daban lo mejor de sí mismos.
Durante mucho tiempo la imagen de Enrique fue deslumbrante. Verlo en La edad de oro, en Tocata o en La bola de cristal, un sábado por la mañana, con los peinados más marcianos de la época, fumando un puro mientras tocaba el riff de "Escuela de calor” es algo que no se olvida con facilidad, sobre todo si tienes 15 años y te fascina el rocanrol.
Enrique Sierra sufría una enfermedad renal hereditaria que pendía sobre él como una espada de Damocles. Siempre había sido muy consciente de que sus problemas con los riñones acabarían con él de la misma manera en que habían acabado con la vida de su madre. Sin embargo, Enrique nunca tuvo miedo a llevar una vida plena, a vivir cada día como si fuera el último, a desarrollarse musical, personal, vitalmente con una intensidad arrolladora.
Descanse en paz.
Enrique nació en Madrid en 1957, en el barrio de Chamberí, aunque con cinco años su familia se trasladó a Moratalaz. Era el mayor de cuatro hermanos y desde muy pequeño fue un melómano empedernido. Según contaba el propio Enrique, se hizo músico después de enamorarse perdidamente del “(I can’t get no) Satisfaction” de los Rolling Stones, tema que escuchó por primera vez en la máquina de discos de un bar de su barrio, con apenas trece años. Tal fue el cuelgue con el tema de Jagger y Richards que pasó toda una tarde poniéndolo una y otra vez en la dichosa maquinita.
Entre canciones de los Stones, de los Kinks, de la Credence, va pasando la adolescencia y día a día, va haciéndose mejor guitarrista. A los diecinueve años, conoce al Zurdo y a una jovencísima Olvido, que lo invitan a formar parte de grupo que estaban montando: Kaka de Luxe. Enrique se hace cargo de la guitarra porque en realidad es el único de cuantos andan por el local de ensayo del Ateneo de Prosperidad que domina un instrumento. Además posee una imagen especial, que lo convierte en una personalidad atractiva, sobre todo encima del escenario.
Pero Kaka de Luxe era un proyecto condenado a desparecer casi desde antes de empezar. Toda esa pasión, toda esa locura creativa de los veinte años, no podían ser algo duradero. Antes de separarse graban unas maquetas que luego se convertirían en el mítico disco Las canciones malditas, que contenía dos canciones compuesta exclusivamente por Enrique Sierra: “Pondré mil voltios en tu lengua” y “Música para embrollar (Huye de mí”).
Tras la disolución de Kaka de Luxe, Enrique sigue tocando, aprendiendo, mejorando. Un día se encuentra por Madrid con un colega que le habla de un tipo llamado Herminio Molero que está tratando de reclutar gente para formar un grupo: Radio Futura. Enrique entra en el grupo como guitarrista, y allí coincide con los hermanos Auserón: Luis y Santiago. Pronto graban Música moderna, el primer lp de Radio Futura, con el que los hermanos Auserón y Enrique no se muestran muy satisfechos. Ellos tienen en mente crear algo parecido a lo que en Nueva York están haciendo los Talking Heads, un grupo con influencias del punk y del rock de los años sesenta pero también de la literatura más vanguardista, de la ciencia ficción y del pop art. Se reestructura la banda y empiezan a trabajar duro en el local de ensayo, buscando una estética propia.
Todos conocemos lo que vino después: unos cuantos discos míticos: La ley del mar / La ley del desierto, De un país en llamas, La canción de Juan Perro, Veneno en la piel o Tierra para bailar; algunas de las canciones más brillantes de la historia de la música española: “La estatua del jardín botánico”, “Escuela de calor”, “Rompeolas”, “Semilla negra”, “El tonto Simón”, “No tocarte”, “La vida en la frontera”, “Han caído los dos”, “37 grados”, “El canto del gallo”, “La negra flor”, “Veneno en la piel”, “El amigo desconocido” o “Corazón de tiza”. La lista es extensa, porque en realidad los Radio Futura no hicieron ni una sola canción mala. Y unos conciertos donde los miembros del grupo daban lo mejor de sí mismos.
Durante mucho tiempo la imagen de Enrique fue deslumbrante. Verlo en La edad de oro, en Tocata o en La bola de cristal, un sábado por la mañana, con los peinados más marcianos de la época, fumando un puro mientras tocaba el riff de "Escuela de calor” es algo que no se olvida con facilidad, sobre todo si tienes 15 años y te fascina el rocanrol.
Enrique Sierra sufría una enfermedad renal hereditaria que pendía sobre él como una espada de Damocles. Siempre había sido muy consciente de que sus problemas con los riñones acabarían con él de la misma manera en que habían acabado con la vida de su madre. Sin embargo, Enrique nunca tuvo miedo a llevar una vida plena, a vivir cada día como si fuera el último, a desarrollarse musical, personal, vitalmente con una intensidad arrolladora.
Descanse en paz.
Hasta siempre Enrique.....
ResponderEliminarLee esto:
ResponderEliminarhttp://www.rtve.es/radio/20120218/pensabamos-eramos-eternos/498958.shtml
Impresionante.
El mejor guitarrista en el mejor grupo... gracias por tantas canciones inolvidables!!! Siempre te recordaremos.
ResponderEliminarDan ganas de levantar el culo del asiento y bailar como nunca su ritmo escuchando "La ley del desierto / La ley del mar", disco favorito suyo y donde mayor esplendor tienen sus guitarras.
ResponderEliminar