No sé nada sobre esta chica:
Ni su nombre ni su edad
—aunque intuyo su
juventud—.
Por supuesto
desconozco su estado
civil
si tiene hijos o no
si ha ido a la
universidad
si le gusta la lectura o
el cine
si es de esa clase de
persona
capaz de ver una serie
completa
durante un fin de semana.
Ignoro si recibe un
sueldo
por hacer su trabajo
o lo suyo es filantropía
pura y dura.
No sé a quién vota
—si acaso vota—
ni a qué dios reza
—si alguna vez ha rezado—.
Nada de eso sé
y nada de eso es
importante.
Lo único que importa
lo único que sé de ella
con absoluta seguridad
es que en medio del dolor
sombrío
y el caos más espantoso
rodeada del más terrible
de los sufrimientos
y de la más honda pesadumbre
en el mismo corazón
de la desesperanza y la
derrota
ella, la chica de la Cruz
Roja de Ceuta
estaba haciendo
lo que había que hacer:
vencer a la oscuridad.
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