Llevo varios días
tratando de escribirte
un poema.
Llevo varios días
intentando escribir
unos versos
que hablen de ti
que te dibujen
que te tracen
y expliquen al mundo
quién eres y por qué.
No he dejado nada al azar.
Durante días
he buscado
el tono ideal
el ritmo preciso
las metáforas perfectas.
He pensado cada uno
de los sustantivos
que voy a utilizar
en mi poema.
He meditado cada uno
de los adjetivos
que acompañarán
a esos nombres
buscando en cada caso
el más certero.
He probado
con distintos adverbios
y he tratado de dar
con los verbos justos
que expresen
lo que siento por ti.
No he pasado por alto
ningún detalle.
Cada punto cada coma
cada silencio cada signo
de exclamación
está en el lugar exacto.
Para no fracasar en mi intento
he leído los versos de amor
que escribieron los más grandes
poetas:
los que Pablo Neruda escribió a
Matilde Urrutia,
los que Pedro Salinas escribió para
Katherine Whitmore,
los que María Teresa León inspiró a
Rafael Alberti.
Poemas sublimes todos ellos
llenos de vida de plenitud
de luminosidad
escritos con palabras
que huelen a lluvia
y tienen sabor a fruta fresca
y a pan caliente.
Poemas que estremecen y desgarran
poemas sagrados y balsámicos
como los de Gil de Biedma
como los de Cernuda
como los de Storni
como los de Benedetti.
Y después de entregarme
sin descanso a esta tarea,
después de naufragar
en diccionarios arcaicos
después de zambullirme
en postmodernos manuales literarios,
después de deambular por la belleza
de poetas y poemas eternos
he llegado a la conclusión
de que aún no se ha inventado
el sustantivo el adjetivo
el adverbio el verbo
que te haga justicia
he llegado a la conclusión
de que aún no se ha escrito el poema
que pueda compararse
a las cinco letras
que forman tu nombre.
(NI COBARDES NI CANÍBALES, Amargord
ediciones, 2017)
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