En
la mañana del día 12 de mayo del año 2009, saltó la noticia, no por esperada
menos dolorosa: Antonio Vega había muerto en la ciudad de Madrid, el lugar en
el que había nacido y en el que vivió durante toda su vida, su ciudad. Aquel
día desaparecía no sólo un cantante y creador de canciones genial sino un
extraordinario guitarrista. Desde comienzos de la década de los ochenta fue
regalándonos sus maravillosas canciones. Primero con su grupo, los Nacha Pop, y
a partir de 1989 en solitario. Antonio grabó discos míticos, como el primero de
los Nacha Pop, y sobre todo, el segundo, Buena
disposición, sin ninguna duda uno de los grandes discos de la música
española de todos los tiempos. A lo largo de una carrera de casi treinta años
fue dejando en cada uno de sus discos retazos de su genialidad, momentos llenos
de belleza, porque Antonio conjuraba el dolor con esos dos bálsamos milagrosos
que son la música y la belleza.
Anárquico,
rompedor, obsesivo, despistado, sensible, inteligente, genial, adicto, y con un
mundo interior tan extenso como la Vía Láctea, ese espacio al que viajaba una y
otra vez con la ayuda de un simple telescopio. Diez años después de su muerte,
su legado sigue absolutamente vivo y lleno de magnetismo. Todas esas canciones
rezumando poesía y hermosura, todas esas canciones que a algunos nos han
acompañado desde la primera vez que las escuchamos y lo seguirán haciendo
probablemente hasta nuestro último día en la Tierra. Temas como “El sitio de mi
recreo”, “Lucha de gigantes”, “Océano de
sol”, “Tesoros”, “Se dejaba llevar por ti”, “Una decima de segundo”, “Tuve que
correr”, “Relojes en la oscuridad”, “Caminos infinitos” y sobre todo ese himno
generacional que es “La chica de ayer”, una canción tan grande que a veces
sobrepasaba a su propio autor.
Han
pasado diez años desde el día de su muerte, y aún somos muchos los que seguimos
escuchando sus discos, disfrutando de sus canciones, recreándonos con toda esa
pasión que puso en su trabajo, recogiendo la cosecha de toda esa bendita
creación, apasionándonos con esos versos nacidos de “la primera luz”, sintiendo
más vivo que nunca ese genio desbordado que fue Antonio Vega.
Dime que es mentira todo, un sueño tonto
y no más…
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