miércoles, 19 de noviembre de 2014

El recibo de la luz



He hecho dos carreras universitarias y un doctorado en Filología Inglesa. Así que hablo inglés, lo escribo, lo leo y lo entiendo con bastante fluidez. A lo largo de mi vida he leído miles de libros de todo tipo y género. He estudiado las teorías lingüísticas de lingüistas como Noam Chomsky y Ludwig Wittgenstein y creo que he llegado a comprenderlas. He escrito decenas de artículos sobre política, literatura, historia, música, etc. Algunos de ellos francamente ocurrentes. He escrito y publicado, hasta la fecha, ocho libros de poesía y relato corto. He visto toda la filmografía de David Lynch. Algunas de sus películas, más de una vez. Y creo que las he comprendido en toda su inmensidad. Incluso Mulholland drive.
Con todo esto, lo que quiero resaltar es que en mi vida, las palabras ocupan un espacio muy importante. Es decir, mi relación con el lenguaje no es algo circunstancial. Me atrevería a decir que es absolutamente primordial. Las palabras y el lenguaje no son algo ajeno para mí.
Y sin embargo, por mucho que lo intento, por más ganas que le pongo al asunto, por más vueltas que le doy al maldito papel, todavía no he sido capaz de comprende el puto recibo de la luz.

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