Hay días que preludian un desastre.
En ellos se entremezclan,
por los rincones del absurdo,
las multas de tráfico
los dolores de cabeza,
las rosas muertas,
los estúpidos programas
de televisión.
La noche urgente
golpea las ventanas
de las casas ahí afuera,
y todos los dioses se emborrachan
con alcohol de garrafa,
y la ausencia dolorosa
de algo a lo que agarrarse
se aferra a tu vida,
y entre el mundo y tú se levanta
un muro infranqueable
de abismo y hormigón.
Hay días absolutamente desastrosos.
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Hace 8 horas
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